sábado, 16 de noviembre de 2013

FOTOGRAFÍA POST MORTEM (Parte 1)






La práctica conocida como “La fotografía de los difuntos” nació poco después que la fotografía convencional, a finales de 1839, en París. Tras eso, se extendió rápidamente por muchos otros países, tanto europeos como del continente americano. El acto consistía en vestir al fallecido con sus prendas personales para que participasen en una última foto familiar o retrato individual. 

Al contrario de lo que pudiéramos pensar hoy, la fotografía con un fallecido no se consideraba morbosa, debido en gran medida al pensamiento romántico propio del periodo. Durante el Romanticismo, se conservaba una visión nostálgica de los temas medievales y se consideraba a la muerte como un hecho más sentimental y mucho menos dramática. En algunos casos, incluso se llegaba a ver ese momento final de la vida como todo un privilegio.

En épocas anteriores, y más concretamente en el Renacimiento, existían ya antecedentes prefotográficos, ya que se llevaban a cabo retratos pictóricos mediante el llamado memento mori, que deriva del latín “recuerda que eres mortal” y era utilizado para la representación de los que ya se habían ido.

La composición de retratos de muertos, especialmente de religiosos y niños se convirtió en una práctica muy popular en Europa desde el siglo XVI. Los retratos de religiosos muertos respondían a la idea de que era una vanidad retratarse en vida, por eso una vez muertos, se obtenía su imagen. Los retratos de los niños en cambio eran una forma de preservar la imagen de seres que se consideraban puros, llenos de belleza y eran la prueba misma de que la familia del desafortunado niño, había sido elegida para tener un "angelito" en el cielo. Desde luego, y como se puede comprobar mediante estos motivos, la ideología cristiana está muy presente en este fenómeno. Unos por miedo al castigo de la vanidad y otros por la esperanza de que el retoño fuera acogido cual querubín en el seno del Padre Celestial.

Aunque ahora la muerte resulte un estado extremo en el que todo termina dolorosamente, en el siglo XIX las muertes prematuras eran más frecuentes, por lo que la gente sabía convivir mejor con ello y muchas de estas fotografías muestran bebés y niños pequeños. Si ahora la mejor postura es rechazar todo lo que tenga que ver con ese otro lado, en aquel siglo era una actitud irrespetuosa para con los que habían abandonado esta vida. El muerto permanecía en casa o en el velatorio, y el fotógrafo acudía para mostrarle sus respetos y tomar una última foto. Estas se guardaban como recuerdo o se enviaban a los parientes que no habían podido ir al funeral de la persona.

En las imágenes generalmente se mostraba al fallecido en una posición de descanso y paz eterna, pero en otras con un toque mórbido, se les hacía representar una situación cotidiana o natural en la que hacían ver que estaban todavía vivos.